agosto 25, 2010

Infrasonía 24 b)

No corro tanto peligro si lo pienso dos veces.
Le temo a pocas cosas, por que mi tendencia de martir patético me amortigua los golpes.
No me protejo contra nada, porque la vulnerabilidad de acerca a donde quiero estar.
Quiero estar adherida, quebrarle cada hueso a las tropas reacias a la derrota.

Me mantengo bien así, caminando de a poco. Con los ojos adiestrados ante cualquier ataque, con la frialdad necesaria para despejarnos la vista.
Logro sentir el peso de tus pestañas, inmiscuirme en los atajos necesarios que no saquen con vida de la virtualidad siniestra que nos contextualiza.

Idiotas aquellos que quisieron verte muerto, idiota la visión chamánica de quienes creyeron en el destino imperturbable, idiotas aquellos que no supieron cerrar bien las compuertas. Decifré la contraseña, contaminé sus rincones, los dejé nulos y agobiados.

Me alimento del calor de tus manos, me hidrato con tu risa.
Toco tu piel, se desgarra una deidad que juraba ser eterna.
Miro a mi alrededor y me siento tranquila.
Agradezco cada instante en que batallamos hasta quedar agotados, agradezco tu eléctrica presencia, me hace inexplicablemente feliz.

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