agosto 22, 2010

Infrasonía 20

Nunca entiendo bien lo que me pasa, siento que no puedo exigirle a mis emociones que se identifiquen ante mí como si fueran reos, no puedo pedirle a mis entrañas que vomiten las sensaciones que tengo, las envíen a mi cerebro para que este las organice con nombre y etiqueta, para que mis labios puedan susurrarlas mientras escribo esto y finalmente que mis dedos torpes las impriman en la simpleza de las palabras, no se puede, yo no puedo.

Nunca entiendo bien porque a veces quisiera estar muerta y que me comieran los bichos, y sin embargo, cuando paranoicamente pienso que puedo morirme de un infarto en los próximos 3 minutos o que esta noche finalmente me iré en el sueño hasta... hasta donde sea, me asusto, me aferro a la vida como un perrito de la calle que se niega a morir de hambre y tiene que moverle la cola a los transeuntes para que le tiren un trozo de pan. Así me siento yo, coqueteándole a la vida para que me permita demostrar que quizá disfruto en serio estar viva.

Nunca entiendo bien las razones de mi mente, por eso están muertas. O bien, son mudas o hablan en otro idioma o son invertebrados animalejos que me tienen miedo. No logro comprender porque detesto lo que detesto, porque amo lo que amo... y finalmente pienso que no tengo porque entender nada y si tuviera que hacerlo no lo haría porque la pereza de ser un ser me tiene atrapada y adormecida.

Nunca entiendo la irritabilidad de mi ánimo, ni el desalojo inmediato de la furia cuando veo cierta mirada entre muchas. No comprendo como puedo moverme tan rápido entre la paz y el caos, el torbellino y el paisaje paradisiaco.

Nunca entiendo porque en momentos como ahora, mis dedos no paran de saltar en las teclas, mi garganta siente un cosquilleo, mi respiración entrecortada me recuerda que esto ya lo he vivido antes.

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