agosto 20, 2010

Infrasonía 16

Mente colapsada ante el infinito incalculable, se ahogan mis torpes momentos de cordura, me sumo en la marea ventisquera, me derivo a la casualidad de las corrientes.
Me abandono pero sin el nudo en la garganta, me abandono en la simpleza de no pertenecer a ningún sitio. Me abandono en el desierto blando y tibio, arrastrándome por las orillas, sin buscar la salida, sin ánimos de surgir en nada.
No me siento triste ni partciularmente vacía, me siento ínfima y rodeada de objetos, miserable y rodeada de estímulos, pequeña, tardía, dormilona.
Mi espalda se hace una con el pasto, mis manos parecen tocar el cielo, estoy cómoda siendo perfectamente nadie, estando completamente nula.
No me siento enojada, ni particularmente decepcionada. Me siento un grano de arena, solitaria navegante.
El viento cantaba sus últimas canciones nocturnas, los velos que colgaban de mis párpados ya no tenían energía para sus agitaciones activas. Mis dedos fríos comenzaban a buscar calor, me estaba despidiendo de la tierra de los humanos, me desvanecía en una visión borracha, me convencía de ser un espejismo de marinero errante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario