agosto 23, 2010

Infrasonía 22

Respuesta negativa a las cavilaciones de mi instinto.
Me gustaría ser eterea, totalmente eterea y desplazarme hasta tu ventana, abrazarte hasta quedarme quieta, contaminar tu ambiente hasta que no hayan espectros.
No niego el impulso aunque se me quede atrapado en las costillas.
No niego el impulso aunque me estrelle contra un muro invisible de restricción.
No niego el impulso, porque eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo, el empujón al hacia el abismo que estaba necesitando, el despegue de mi nave estancada en un pantano de cuento infantil, el vértigo en caída libre, aunque siempre lo repita.
Me gustaría ser líquido y arrastrarme a tu puerta, no perderme de nuevo en el camino, colarme por una grieta benefactora y lloverme en tus ojos porcelánicos. Un beso en la sien que te despeje las telarañas incidiosas, esas que atacan cuando uno no quiere, cuando uno piensa que puede sacarlas de un manotazo.



Una sonrisa en tu boca, mi exorcismo completo, un segundo mirándote es una hora en mi planeta lejano.
Un abrazo; el combustible necesario, tu partida; el aterrizaje forzoso, la desición ferrea de esperarte en mi ventana, rodeada de luces, patrones y gatos; piezas de un puzzle que no tiene mucho sentido sin tu voz como soundtrack.

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