diciembre 25, 2010

Infrasonía 74

Fui a parar al cementerio, con el viento soplándome la cara.
Parecía un retrato el cielo, estrujado entre tantas nubes blancas.
El pasto bailaba como si fueran extensiones del cuerpo de tantos muertos.
Pensé en la gente que había bajo tierra y en los que estaban entre las paredes.
Unos al lado de otro, soplándose las cuencas de los ojos para espantarse los gusanos.
Haciendo competencia para ver quien quedaba con más carne adherida a la estructura ósea por más tiempo.
Habían juguetes abandonados. Sólo eso, abandonados, traicionando el propósito por el que fueron creados, o acaso no, nadie puede saber con certeza si no hay almas con ganas de jugar después de medianoche, para capear el frío.
Habían muchísimas fotos, desteñidas por el sol que les da en la cara, inmóviles sus rostros, casi con flojera de seguir perpetuándose.
Me senté en cualquier lugar y dejé que las ramas de los árboles me contaran historias, no me asusté con ninguna. Me decían sobre fantasmas, sobre venganzas, sobre duelos, sobre lloronas y profanaciones; hasta las piedras abrieron mucho los ojos, a mi más bien me entretuvo la anécdota. ;)

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