septiembre 23, 2010

Infrasonía 45

Dulce, como las tenues luces amarillentas de una cuidad silente, escondida al otro lado de la ventana. Como una rafaga delgada de viento nuevo que atraviesa el vidrio de cuatro ojos parpadeantes y sincronizados.
Sarcasmo afilado, como un ángel con navaja o unas vacaciones en el infierno.
Como una risa fúnebre en el rincón más triste de la tierra.
Brillantes, destellantes sonrisas, encandiladoras sonrisas, enceguecedoras sonrisas, explosivas, vibrantes que dejan desmenuzado el ambiente abandonado, bajo un puente enmohecido; transformado en un punto ciego, invisible para el descenso de todo lo que habita.
Somnoliento, amnésica voz de instantaneo efecto.
Eres ramas, vidrios rotos, espejos en el desierto, algodones púrpuras, tormentas que vienen y van, ventoleras en la tarde, líquido eléctrico, impulso que no freno.
Eres instante en que el vivo e instante en el que muero, presente inmediato, fragilidad de burbuja y fuerza de terremoto, alegría en chispas, nostalgia en gotas, peligrosas dosis mortales de psicotrópicos tropicales, de caliz de viejas tribus y elixir de nuevos magos.
Ternura, sutileza, ironía.
Estaciones del año y momentos del día.
Humor, temblores de huesos.
Eclipse en el sol, maremoto de sangre.
Incertidumbre y consenso.
Existencialimo sin culpas.
Laguna de esporas mordidas.

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