noviembre 27, 2010

Infrasonía 59

Una estrella roja cayó por tus ojos y se enterró en mis dedos, ahora me incendio a causa de bola de fuego que llovió de tu cara. Déjame sin manos porque no me sirvió gritar fuerte.
Una bomba atómica que saltó de tu boca, explotó en mi oído y ahora aunque estoy sorda, no puedo evitar escuchar como se rompió todo en mi cabeza. Déjame muda para no poderte matar.
Un cabello sólido dejó huellas en mis muñecas heridas, era una filosa prueba de tu potencial de asesino, me desangré varias noches y continué con vida porque un sol que se escapa por debajo de tus uñas se adhiere a mi piel, sanando algunos golpes.
Una laguna profunda en la que me caí sin darme cuenta me ahogo unos segundos, logrando hacer que mi cuerpo se desesperara ante la promesa de la inevitable muerte.
No eran lagunas, eran dos ojos, aparentemente tuyos. No me caí, salté al desafío y ya no me ahogo, floto y descanso en una isla privada, veo el paisaje desde este trozo de espacio, veo el infinito cielo, morado de tantas estrellas, veo la Luna desintegrarse en el futuro. Veo al sol evaporando los mares y veo el silencio lamentándose con las rodillas en el pecho. Veo aves caer muertas y perros comer cadáveres humanos, veo insectos que no había visto antes. Veo el fin de todo aproximarse con dulzura e inquebrantable voluntad, pero sonrío de todas formas, me encuentro de espaldas al vacío, inmersa en tus ojos que son lagunas, que llueven estrellas rojas que se revientan y manchan mi pecho jamas arrepentido.

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