enero 07, 2011

Infrasonía 76

Se llama perturbación, se llama anhelo y optimismo.
Se llama perdición celular de lo conocido, se llama difícil, creíble.
Se llama así cuando tambalea el piso y nos mareamos irremediablemente, se llaman así las risas cruzadas al fondo de un pasillo en tinieblas.
Se llama destello esa reacción de astros y viento, de roca sólida diluida en el calor interno de la tierra.
Se llama de un nombre que no me sé, se llama innombrable y temible, hastío de las multitudes.
Se llama y se desconoce, se busca y no se sabe encontrado, se llama simpleza y sutileza, se llama mezcla y multiplicación.
Se llama y no se llama. Se entiende sin ser comprendido, se lee en otro idioma...
Se aparece en los espejos y en los reflejos de los ríos que ya no tienen agua, se llama igual que el sonido de los techos y los ecos, se las frutillas mordidas y de las nostalgias perdidas.
Se llama igual que las visiones de antiguas civilizaciones muertas y de esas futuras que se atreven a imaginar las cabezas, temerarios saltos, impensables posibilidades de lo que jamás se creyó mínimamente plausible.
Se llama pusilánime la verguenza y atemorizadas las reacciones nerviosas.
Se llama niebla y se llama sol, tormenta y viento, inmediata perdición.

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