Árboles en la avenida de la oscuridad, como pasajeros antiguos que se murieron de frío a un lado de la carretera.
Las nubes están altas, tan altas que no las alcanza nadie, se reflejan y saludan en los charcos rojizos que humedecen la tarde y la tierra, como cráteres, como heridas abiertas, sanguinolientas.
Y el sol, de ta alto se queja, yo lo oigo a ratos, entre tanto azote polvoroso que me nubla los ojos.
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