febrero 08, 2011

Infrasonía 85

Lo muerto me sabe a silencio y a quietud pagada, me sabe a antiguo y a recuerdo malparido, a rastrojos de tu carne y migajas que no sigo.
Tuerta, veo todo claro, justo como lo hice antes y no te apareces ni en pesadillas, ni en caminos transitados por virus y bacterias que me joden la vida.

Desierto que nadie descubre y nadie pisa.

La frivolidad de las terminaciones nerviosas que yacen bajo mi piel son la señal inequívoca, la muerte y los desastres que se me hacen conocidos con solo recordarlos, se han apoderado de las cuencas vacías de tus ojos.

Trozo.

Y aunque te vea ya no te reconozco y ya no me interesa la tristeza de tus párpados, no me asusta tu colmillo amenazante ni tus pasos apestándome la sombra.
Me sabe a cuento malo, a redacción ajena y tontera a metros.
Pierdo las tardes de antaño, pierdo el miedo a tu discurso hipócrita y filoso, pierdo el gusto de buscarte en las papeleras de reciclaje.

Y hoy, yo por ti?
Nada.

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