febrero 03, 2011

Infrasonía 84

Personas que miran el vacío, que se emocionan fácil, que lloran siempre, que no se arrepienten nunca, que odian odiarse y odian evitarlo.
Personas que admiran a otras, que sonríen poco, que tienen los ojos en llamas, que piensan más de la cuenta, que le temen a casi todo.
Personas que nunca se olvidan y que se olvidan siempre, personas que avanzan, que retroceden y se sienten mal, ocultas en sus agujeros negros.
Personas tímidas y malévolas, buenas en lo más profundo de sus almas rotas, personas que quiebran cosas, que quiebran vidrios y papeles, cartones y recuerdos.
Personas amables en el trato, discretas en lo público, asesinos en sus propias casas, tristes bajo sus mantas, increíbles en todos lados. Frágiles y volátiles, casi casi pasajeras, casi casi invisibles, ligeros de pasos con dedos de pluma.
Personas que reviven los momentos malos y los sienten de nuevo en el pecho, que reviven los momentos buenos y no los creen, personas de dormidas voluntades e intenciones, de despiertos instintos parabólicos.
Personas que no se alejan porque quizá no existen, personas que no se borran porque han sido impresos con tinta permanente en los interiores de los párpados cansados de quienes los ven incluso a ciegas, incluso con los ojos cerrados, incluso muertos.

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