octubre 25, 2010

Infrasonía 52

Pronto pierdo la difusa linea, se borra como de tiza, frente a mis ojos que no han parpadeado.
No sé si me lo invento pero parece ser que nací hoy día, que morí enseguida y que perdí la ruta.
Josephine vuelve cada vez que retumban mis costillas y desaparece cada vez que me atrevo a enfrentarla.
Lo que y lo que no es, lo que debería o no ser, se esparce como arena sobre la mesa, después de un soplido cansado, como una nube trasparente que deja de ser nube cuando el viento la destroza.

Si nací hoy día y morí enseguida tendría sentido el no saber donde ir, puesto que el desorden de mi pelo y el cansancio de mis ojos me recuerdan que no es así, el sentido revienta, deja de ser pensado, deja de estar en mi plano.
Josephine me eriza la piel en las asoleadas calles que me perturban, que atraen a años antiguos de pasos acelerados y sanguinolenta pestaña.

Energía en negativo, felicidad pero al revés, tranquilidad en su opuesto. Matemáticamente el valor absoluto de la sonrisa. Multiplicación por -1 de buenas intenciones.
Indecifrable coraje que vulnerabiliza mi pulso, dejando expuesto el torax ante la estocada que viene de mi propia mano enajenada. (o no tanto)

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