octubre 25, 2010

Infrasonía 52

Pronto pierdo la difusa linea, se borra como de tiza, frente a mis ojos que no han parpadeado.
No sé si me lo invento pero parece ser que nací hoy día, que morí enseguida y que perdí la ruta.
Josephine vuelve cada vez que retumban mis costillas y desaparece cada vez que me atrevo a enfrentarla.
Lo que y lo que no es, lo que debería o no ser, se esparce como arena sobre la mesa, después de un soplido cansado, como una nube trasparente que deja de ser nube cuando el viento la destroza.

Si nací hoy día y morí enseguida tendría sentido el no saber donde ir, puesto que el desorden de mi pelo y el cansancio de mis ojos me recuerdan que no es así, el sentido revienta, deja de ser pensado, deja de estar en mi plano.
Josephine me eriza la piel en las asoleadas calles que me perturban, que atraen a años antiguos de pasos acelerados y sanguinolenta pestaña.

Energía en negativo, felicidad pero al revés, tranquilidad en su opuesto. Matemáticamente el valor absoluto de la sonrisa. Multiplicación por -1 de buenas intenciones.
Indecifrable coraje que vulnerabiliza mi pulso, dejando expuesto el torax ante la estocada que viene de mi propia mano enajenada. (o no tanto)

octubre 18, 2010

Infrasonía 51

En el tierno intento por no desanimarnos pronto, nos extinguimos hechos pedazos. Con el viento que revuelca nuestro pelo, dejamos volar el potencial de los instantes, porque debemos atarnos a la amargura, con doble hilo, irrompible lienza.
En los caminos soleados dejamos nuestras expectativas para que se incineren, porque tenemos sueños pero no queremos cumplirlos.
Esperamos la resurrección cuando se apaguen las luces, pero tememos morir mirándonos a la cara.

Son los instantes sorbos de enajenamiento y preocupación.
Es la vida eterea, son los pasos nubes que se dispersan.

En los colores que adornan nuestro entorno dejamos lo que nos importa sin pintar, porque todo nos importa mucho, pero sin embargo, no demasiado.
En la refrescante lluvia ahogamos nuestra sedienta imaginación dormida, porque queremos crear para odiarnos un poco más.

Son las personas, casuales buenos momentos.
Son los ríos, relojes que marcan nuestro paso incorrecto.

octubre 14, 2010

Infrasonía 50

Idiota el intento que no resulta, idiota mi voz que no exclama, idiota mis manos que tiemblan, idiota mi expresión de gato asesinado.

Idiota la circunstancia en que sin proponérmelo quedo incrustada en medio de las trampas horrorosas de mis ojos hipervigilantes, encarcelada en los sonidos de sus bocas, esas miradas de rabillo, comentarios que no alcanzan a ser palabras...

Idiota yo, parada entre tanta gente, sonriendo dolorosamente, tropezándome con todo lo que toco, queriendo hundirme en mi almohada.

Idiota la sensación de martir de mala muerte.

Idiota mi caminata solitaria.

Idiotas mis pulmones cansados.

Idiotas mis respuestas.

Quiero un par de ojos marrones que alteran el contexto al primer contacto.
Quiero sentirme menos idiota refugiada en el laberinto de un cuello perfecto.
Quiero la infranqueable sonrisa que desvanece mi idiotez con sólo imaginarla.

octubre 06, 2010

Infrasonía 49

Los rayos de sol esconden algo de misterio, algo de química. Algo de justicia a mis huesos dormidos, me despierto con las cortinas abiertas, con la certeza fresca en mi mente, hoy abandonaré este patio de jueguetes abandonados.
La luz amarilla se cuela por los visillos de mi ventana, hacen cosquillas a mis párpados y me desprenden con amabilidad del sueño en el que estaba sumergida.
Sonrío, apenas abro los ojos. Hoy comienza el viaje, en una esquina descansa mi maleta.
Abandono los parajes de la nostalgia y con destreza, amarro mi cintura a la melancolía, que con elegancia y ráfagas de hielo redacta mis recuerdos.
Finalmente la sonrisa se desvanece, se caen mis ojos al piso y veo mi realidad horizontal interminable, no sé muy bien que día es hoy, no sé muy bien si es bueno saberlo... Leí que el que vive solo no conoce del tiempo...
Finalmente decidí levantarme y acabar de una vez por todas con esta despedida tergiversada y dubitativa que sólo consigue que esté a punto de arrepentirme, a punto de esconderme bajo mi cama.
Estiro mis brazos, en señal de rendición ante lo planeado, me comprometo con el rol de ente ejecutor de las instrucciones del azar, camino despacio hasta donde el sol golpea fuerte, me envuelve una luz que encandila, cierro los ojos para no dejar que ninguna lágrima conozca el exterior de mis ojos, sonrío nuevamente, esta vez con una mueca de demencia.