marzo 22, 2012

Una sentencia me trajo hasta aquí, no hice ni siquiera un sonido.
Me tomó por sorpresa como un relámpago y me encogí. Las rodillas al pecho, el cuello torcido.
Me atravesó el cuerpo, concepto de frialdad, de acero en medio del cielo.
He estado enterrado días enteros, la locura se apodera de mi...
Las serpientes se mueven al rededor, pero no puedo hacer nada.
Me enclaustra el silencio.
Me vence el miedo, la ridícula pantomima del miedo.
Me aterro.
No puedo respirar.
Tiemblo.
No siento.
Me adormecí en somníferos, ahora  peso como pesan los muertos.
Divago lenta por la oscuridad densa que envuelve todo.
Respiro tóxicos.
Reboto agónica.